Según Aristóteles, la finalidad del hombre es conseguir la felicidad. Dado que éste se distingue justamente por poseer la facultad de la razón, la felicidad humana consistirá en perfeccionar al máximo esta facultad. Vivir bien equivale, pues, a vivir conforme a la razón, que es el rasgo superior de lo humano. Sin embargo, no siempre actuamos conforme a los dictados de nuestra razón, a menudo nos dejamos llevar por nuestro lado pasional, la parte apetitiva (los sentimientos, los deseos, las pasiones), y no siempre obtenemos la felicidad actuando de este modo, sino que, por el contrario, nos creamos problemas de difícil solución (si la profesora de ética me fastidia, puedo tener el deseo de quitármela del medio de cualquier modo, sin embargo eso supondría estar fastidiado en cárcel unos cuantos años). Es por ello que hay que ser racional y ejercitar las virtudes y, en especial, corregir los excesos.
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